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La revista científica semestral de la Fundación ICALA

erasmus. Revista para el diálogo intercultural 
ISSN: 1514-6049

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Año VIII - No especial - 2006

 

 

Tema central: Profesionalidad, responsabilidad
                         social y "fuga de cerebros"

Compilador:   Thomas Krüggeler

 

Í N D I C E

 

Thomas Krüggeler, Prólogo

Josef Reiter, El Brain Drain como desafío del Servicio Católico de Intercambio Académico (KAAD)

Mons. Julio Terán Dutari, Profesionalidad, responsabilidad social y “fuga de cerebros”.  Introducción teológica a la temática

Fr. Luis Alberto Luna Tobar ocd, Los profesionales católicos y la internacionalización de la educación desde la perspectiva ética

Hermann Weber, ¿Fuga de cerebros o redes de diáspora transnacionales? Perspectivas sobre la migración de profesionales calificados

Carlos Humberto Moreno, Respuesta gubernamental a la migración colombiana

Ramiro Barragán Samaniego, El Estado y la fuga de cerebros. El valor político de la educación

Teófilo Altamirano, La fuga de cerebros: un desafío para la Pontificia Universidad Católica del Perú

Uwe Hunger, Cuatro tesis sobre la política alemana de ayuda para el desarrollo de la India

Experiencias de ex-becarios

Milena Wilson Tupayachi, De la fuga a la ganancia de talentos: propuesta para el retorno

María Ángela Torres Soler, Reintegración y fuga de cerebros en un mundo globalizado

Sonia Valdivia, Movilizaciones de talentos y personal altamente calificado: un fenómeno antiguo

Derek Barragán Bauer, Experiencias, dificultades y soluciones en la reintegración. La implementación de un programa de atención y educación a personas diabéticas en La Paz, Bolivia

 

P r ó l o g o

Thomas Krüggeler

El problema de la fuga de cerebros ocupa, desde hace décadas, una parte importante de las relaciones científicas y culturales entre los países industrializados y los países en desarrollo, en general, y entre Alemania y Latinoamérica, en particular. Con este número de la revista ERASMUS, el Servicio Académico Católico para Extranjeros (Katholischer Akademischer Ausländer-Dienst, KAAD) continúa preocupándose activamente del debate sobre la fuga de cerebros. Las presentes contribuciones provienen, sobre todo, de nuestra Academia Internacional sobre “Profesionalidad, Responsabilidad social y la ‘Fuga de cerebros’: El brain drain internacional como desafío para los países andinos”, que tuvo lugar en Quito, Ecuador, entre el 11 y el 15 de febrero de 2004 y en la que participaron especialistas de Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú, exbecarios del KAAD, representantes de la Iglesia de esos países, miembros de la Oficina Central del KAAD (Bonn, Alemania) y estudiantes y docentes universitarios ecuatorianos. En este número se han incluido otros trabajos con la finalidad de cubrir todo el espectro de la discusión sobre la fuga de cerebros. Pretendemos presentar el estado de la discusión sobre esta temática, reflexionar sobre los cambios en la discusión que se han dado en los últimos años, y esclarecer el problema de la reintegración de los científicos y dirigentes formados en el extranjero.

Por problema de la fuga de cerebros -en el contexto internacional, llamado también brain drain- se entiende en la actualidad un aspecto parcial de las enormes olas internacionales de migración, como por ejemplo, la absorción de un número elevado de científicos, profesionales e intelectuales de los países en desarrollo por los mercados de trabajo de las naciones industrializadas. El fenómeno tiene su origen en las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado. En aquel entonces, el mercado de trabajo estadounidense se mostró como especialmente atractivo para los científicos europeos, cuya falta se sintió sobremanera en sus países de origen durante los años de reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial. La fuga de cerebros  del sur hacia el norte, esto es: la migración de científicos e intelectuales desde los países en desarrollo hacia los países industrializados es de origen reciente, y tuvo expresiones inquietantes en la década de los años 70, y se intensificó y diversificó rápidamente en las últimas dos décadas del siglo pasado. El “brain drain Sur-Norte” necesitó de ciertos presupuestos. En primer lugar, mejoraron las posibilidades de formación en muchos países en desarrollo, lo cual puede observarse en el número creciente de absolventes de escuelas secundarias y de universidades. Este desarrollo positivo se enfrenta, sin embargo, al hecho de que los esfuerzos políticos en el ámbito educativo no fueron acompañados por tendencias de desarrollo paralelas en el mercado de trabajo. Este desequilibrio -reforzado a menudo por la inestabilidad política en el país-, y la enorme atracción de los mercados del norte, crearon las condiciones para la migración de especialistas. En la actualidad, en la era de la globalización y bajo las condiciones de una fuerte competencia también en el nivel del mercado de la ciencia, los grandes Estados industrializados se disputan abiertamente las mentes más lúcidas en todo el mundo.

Echemos primero una mirada sobre los distintos actores en el contexto específico del problema de la fuga de cerebros: las causas principales de la fuga de cerebros radican en las condiciones políticas de los países en desarrollo que, a menudo, ofrecen a los científicos, a los intelectuales y a la dirigencia altamente calificada sólo perspectivas inciertas de futuro. Ni en el ámbito de la política económica ni en el ámbito social (por ejemplo, la inestabilidad política o la cuestión de la violencia) se ofrecen soluciones eficaces. Hay que mencionar, sin embargo, que muchos países latinoamericanos enfrentan activamente la cuestión en los ámbitos de la política universitaria. Por cierto que aquí hay que distinguir entre los países económicamente más fuertes del subcontinente (como, por ejemplo, Brasil) y los países más pobres. Brasil, Colombia, México y Perú, por mencionar sólo algunos ejemplos, han formado instituciones que ofrecen becas y créditos a los estudiantes tanto para estudiar en su país como en el extranjero. Reglamentaciones estrictas de devolución del dinero e incentivos para la reducción de la devolución están orientados a asegurar que los jóvenes, una vez concluidos sus estudios, construyan, en lo posible, su futuro profesional en el propio país. Según las posibilidades de sus recursos económicos, las universidades públicas y privadas en América Latina siguen la misma estrategia. Su interés apunta a asegurar la integración en el sistema científico internacional por medio de la creación de la cooperación internacional. Por ello, se preocupan de que sus docentes prosigan su formación en el extranjero y se integren en redes, de las que esperan beneficiarse también las instituciones. Sin embargo, no se dispone de estudios estadísticos suficientes sobre el éxito de esta estrategia y sobre la disposición a regresar de los especialistas dotados.

Las organizaciones de los países industrializados que ofrecen becas no tienen una postura unánime en relación con los objetivos de su política de promoción. En la práctica, muchas de estas instituciones ponen el acento en consideraciones relacionadas con la política de desarrollo, esto es, en la promoción de científicos, cuya orientación académica tiene una relevancia más o menos directa para la política de desarrollo. Otras se centran casi exclusivamente en la competencia profesional de los candidatos y excluyen otros aspectos; defienden el argumento legítimo de que, para la ciencia, es útil promover sólo a los más capacitados y no condicionar el otorgamiento de las becas a ningún otro requisito. En estos casos, el científico es libre de planear su carrera según sus propios criterios y de resolver las tensiones entre la profesionalidad y la responsabilidad social para su país. Pero, si se intensifica la disputa internacional por especialistas altamente calificados, como puede comprobarse en la actualidad, al menos las organizaciones estatales de promoción de los países industrializados tendrán que adaptarse, a mediano plazo, a esta tendencia y poner entre paréntesis en el trabajo los aspectos políticos del desarrollo.

Las instituciones eclesiales, como el KAAD, se encuentran, en este contexto, ante nuevos desafíos. Su misión eclesial mundial, las expectativas de los colegas internacionales y las propias convicciones no les permiten ignorar los intereses de los países de origen de los becarios y de las numerosas iglesias locales. Insisten en la responsabilidad social de sus becarios y siguen esperando que ellos se comprometan con su país, en la medida de sus posibilidades. Al mismo tiempo, algunos debates, como los que se incluyen en este número, muestran, sin embargo, que las instituciones eclesiales están dispuestas a llevar adelante el debate sobre la fuga de cerebros de forma comprometida y creativa, y que de ninguna manera se encuentran a la defensiva.

La perspectiva de los jóvenes altamente calificados no puede ser dejada de lado. Aquí aparece primero el indiscutible derecho de la autodeterminación personal, inclusive de la planificación profesional. En el caso de un retorno planificado, los científicos y los dirigentes tienen derecho a una ayuda para la reintegración, tanto de parte del propio país como del país anfitrión. Para ellos, la reintegración implica a menudo un enorme esfuerzo psíquico de adaptación a las difíciles condiciones del mercado de trabajo de su país. La decisión de no reintegrarse más a su país de origen no responde siempre a las expectativas de mejores condiciones de trabajo y al éxito económico en los países industrializados. También los dirigentes que, por relaciones familiares y afectivas estrechas con el país de origen, están dispuestos a regresar, descartan la posibilidad de regreso por las insuficientes oportunidades en su país. Desde una perspectiva individual, el problema de la fuga de cerebros puede ser un concepto muy abstracto.

Es necesario tener un panorama de los cambios en el debate de las últimas décadas. Para ello es imprescindible tener en cuenta las perspectivas tanto de los países del sur como también de los países industrializados. En este lugar me limito a mencionar que la discusión sobre el brain drain en los Estados Unidos no desarrolló nunca la misma intensidad que en los países europeos y en los países en desarrollo. En Norteamérica se tuvo siempre una actitud más indiferente respecto del problema. Predominó el convencimiento de que cada científico debería decidir por sí mismo la carrera que quería seguir. Por lo demás, nunca se puso en duda que el trabajo de personas altamente calificadas de los países en desarrollo redundaría positivamente desde los Estados Unidos hacia los países de origen.

En las décadas de los años 70 y 80 existió un consenso entre los países en desarrollo y la mayoría de los países industrializados respecto de que la fuga de cerebros tenía siempre consecuencias negativas para los países del sur. Toda forma de política de formación de dirigentes en el extranjero debía considerar la cuestión de la posterior reintegración de los especialistas altamente calificados. Las universidades europeas y las organizaciones de promoción consideraron la presencia de estudiantes internacionales como un gran enriquecimiento, pero presionaron (con mayor o menor éxito) a los estudiantes visitantes promovidos y diplomados para que regresen a su país una vez concluidos sus estudios. No se puede pasar por alto, sin embargo, que la fuga de cerebros no pudo ser combatida eficazmente. En América Latina, países como Perú y Colombia perdieron durante los años 80 (y particularmente agravado por una alta tasa de violencia política en el propio país de origen) a cientos de miles de estudiantes y a buena parte de la inteligencia.

En la década siguiente, en los países del sur, y gracias a los académicos emigrados a los países industrializados, se formó una nueva actitud frente al problema de la fuga de cerebros. En lugar de lamentarse por la pérdida de especialistas y dirigentes, los jóvenes científicos buscaron nuevas estrategias de combatirla. En esto jugó un papel relevante la utilización creciente de las tecnologías modernas (sobre todo internet) como importante fuente motivadora y como portadora de esperanza para la solución del problema. Surgieron nuevos slogans como “regain the brain drain”, “brain circulation” y otras similares –todos vinculados estrechamente con las promesas de la era de la información. También surgieron las primeras redes virtuales, por las que se relacionaron científicos de la misma nacionalidad, que trabajaban en distintas partes del mundo. A través de la formación de redes virtuales vieron una posibilidad de cooperar más estrechamente con colegas en el país de origen y de hacer una contribución al desarrollo. Con ello se vinculó la expectativa de establecer “databanks of knowledge” y de intensificar la colaboración entre las universidades de los especialistas que vivían en la diáspora y las instituciones de investigación en el país de origen. Por cierto, la euforia inicial sobre las posibilidades de una cooperación virtual se esfumó, puesto que la mayoría de estas redes no han probado su viabilidad.

En conexión parcial con los desarrollos descriptos, en los países industriales y en relación con el problema de la fuga de cerebros se ha producido en los últimos años un verdadero cambio de paradigma. A ello han contribuido especialmente dos factores, a saber:

1. En el curso de la globalización y de la internacionalización del mercado de la ciencia, la competencia por las cabezas más lúcidas se ha intensificado notoriamente. Los países del norte han entrado en competencia entre sí y ofrecen a los especialistas buenas oportunidades de trabajo con el objetivo de asegurar o mantener la competitividad del propio mercado científico y de sus universidades. Para los países europeos, el mercado de la ciencia estadounidense sirve de ejemplo.

2. Los países industriales europeos tienen un problema demográfico serio. Ya no pueden seguir negando que las bajas tasas de nacimientos significan un gran desafío para sus sociedades, para el sistema social y para el potencial económico a largo plazo. De ahí que, hasta los países con problemas en el propio mercado de trabajo tendrán que recurrir, a mediano plazo, a la inmigración. La inmigración de especialistas altamente calificados es un factor esencial de regulación de la corriente inmigratoria. Por ello, es también un instrumento político para aumentar el porcentaje de inmigrantes económicamente productivos y profesionalmente calificados frente a aquellos cuyas motivaciones para la inmigración residen principalmente en la pobreza de sus países y poseen pocas posibilidades de inserción en el mercado laboral (formal) de los países desarrollados.

Los investigadores de la migración y los economistas exigen, en consecuencia, una política de migración que dedique especial atención a las personas altamente calificadas. Haciendo referencia a las redes científicas internacionales, a las modernas tecnologías de la información y a las posibilidades de cooperación entre las universidades del norte y del sur, destacan las potencialidades de los científicos de punta para hacer aportes desde Europa (y desde Estados Unidos) a los países de origen. Esta posición optimista en relación con la posible fuerza configuradora de los especialistas que viven en los países industrializados y que provienen de países en vías de desarrollo refleja una esperanza más amplia, que se ha forjado sobre todo en Alemania, puesto que en la política del desarrollo aumentan en general las voces que quieren dar más atención a las comunidades de diáspora en los países industrializados. No sólo se trata aquí de los aportes económicos que, desde hace muchos años, los migrantes producen para el país de origen, es decir, de las ya suficientemente descriptas transferencias de dinero (remesas), sino más bien, de integrar a los migrantes como colaboradores de la política de desarrollo (desarrollo de proyectos, regulación, simplificación del intercambio a través de la “migración pendular”, etc.).

Este volumen ofrece al lector dos elementos importantes en el contexto del problema de la fuga de cerebros: por un lado, en la suma de sus aportes, se cristalizan los puntos centrales de la discusión actual, reseñados más arriba, y muestra claramente las transformaciones que ha sufrido el debate en los últimos decenios. Al mismo tiempo, ofrece diversos aspectos, ya que los autores iluminan el problema desde perspectivas muy diferentes. En relación con la diversidad de las perspectivas presentadas (por ejemplo, científica, eclesial, perspectiva estatal y universitaria, pero también la visión de los mismos especialistas implicados), este número constituye un compendio único de textos.

El presidente del KAAD, Josef Reiter, introduce el volumen reseñando la actitud de su organización en relación con el tema de la fuga de cerebros. Para ello, analiza los decisivos procesos de transformación que experimenta actualmente el sistema universitario alemán en el curso de la política de adaptación y de la internacionalización del sistema universitario en el nivel de la Unión Europea. Aduce las razones de por qué su organización, en cuanto institución de la Iglesia Católica, insiste en que las becarias y los becarios deberían aplicar los conocimientos obtenidos en Alemania prioritariamente en el país de origen. Mons. Julio Terán Dutari, Obispo de Ibarra (Ecuador) y Presidente Honorario del Consejo de Ecuador del KAAD, ofrece una reflexión teológica innovadora y aguda sobre el tema de la migración, en general, y la de los científicos altamente calificados, en particular. La perspectiva eclesial sobre el tema de la fuga de cerebros es complementada por la contribución de Mons. Luis Alberto Luna Tobar, Arzobispo emérito de Cuenca (Ecuador), quien, desde la perspectiva ética, aborda de forma muy sensible el derecho de los académicos jóvenes para la autodeterminación profesional y su responsabilidad social frente a sus países de origen.

Hermann Weber, Secretario General del KAAD, analiza, desde hace varios años, el debate sobre la fuga de cerebros desde la perspectiva de las organizaciones de becas y ha publicado científicamente sobre el tema. En su contribución, se ocupa críticamente del nuevo discurso sobre la diáspora y alerta respecto de esperanzas exageradas en relación con la integración de comunidades transnacionales en el contexto de la política de desarrollo.

Otro bloque de contribuciones de este número presenta la perspectiva estatal, o sea, la visión de las universidades, es decir, las medidas de parte de la política académica de los países latinoamericanos y de las universidades afectadas por la fuga de cerebros. Carlos H. Moreno, quien es Director de Empleo Público en el Departamento Administrativo de la Función Pública de Colombia, describe los esfuerzos del gobierno colombiano para enfrentar la fuga de cerebros y fundamenta su reflexión con estadísticas elocuentes. El Director del Instituto Ecuatoriano de Crédito Educativo y Becas (IECE), Ramiro Barragán muestra más bien una imagen pesimista sobre las posibilidades de los países económicamente menos fuertes, como Ecuador, para poder combatir eficazmente la fuga de cerebros, y sitúa a su país en el contexto latinoamericano general. La Pontificia Universidad Católica del Perú persigue, desde hace muchos años, estrategias claras para minimizar la pérdida de científicos peruanos. El antropólogo Teófilo Altamirano, un especialista en cuestiones de migración, refiere los esfuerzos de la PUCP.

Uwe Hunger, politólogo de la Universidad de Münster (Alemania), aborda en su artículo los movimientos migratorios de especialista de la India. Critica la política alemana de desarrollo e intenta documentar, en su ejemplo, el alcance científico del nuevo paradigma de la discusión sobre la fuga de cerebros.

El aspecto muy importante de la reintegración de los especialistas altamente calificados en su país de origen es tratado por varios exbecarias y exbecarios del KAAD, que han concluido estudios de postgrado en Alemania. Milena Wilson (Perú) está por concluir su estadía en Alemania y reflexiona, desde su perspectiva, sobre estrategias de reintegración. María Ángela Torres Soler (Colombia), Sonia Valdivia (Perú) y Derek Barragán (Bolivia) se enfrentan a los desafíos de la reintegración con todas las inseguridades, desilusiones y posibilidades que plantea. Narran sus experiencias y abren perspectivas para una reintegración exitosa en sus países de origen.

En la era de la globalización y de la internacionalización de los mercados científicos, las corrientes migratorias internacionales no cesarán y los especialistas altamente calificados de los países en vías de desarrollo seguirán buscando su suerte en dichos mercados. Esto no implica, sin embargo, que el problema de la fuga de cerebros se solucione por sí mismo, ni que la política deba resignarse ante él. El desafío consiste, más bien, en desarrollar instrumentos de una administración migratoria justa que contemple adecuadamente los intereses de los países del Sur. Las instituciones católicas como el KAAD están preparadas para una colaboración constructiva.

Agradecemos a todos los autores que han colaborado en esta publicación. A los editores de la revista ERASMUS expresamos nuestro agradecimiento por su buena disposición para la preparación de este número.